Las conversaciones entre representantes de Nicolás Maduro y el presidente interino Juan Guaidó, escenificadas en Oslo, Noruega, únicamente le sirvieron al régimen para gerenciar un engaño que quedó a mitad de camino: quiso mostrarse frente al mundo como una persona racional, dispuesta al diálogo.
Sin embargo, los delegados de Guaidó que se acercaron a la mesa propuesta por el país europeo fueron inflexibles en uno de los puntos que -sospechaban- la dictadura no aceptaría: la salida del Palacio de Miraflores de Maduro, reseña un artículo de Laureano Pérez para Infobae.
Como repite una y otra vez Guaidó, no hay salida electoral posible si el chavismo continúa con el control formal del gobierno. Por más que se ofrezcan como auditores las Naciones Unidas (ONU) o el Vaticano, el sufragio estaría viciado de sospechas. La salida del dictador es imprescindible para el rearmado de las estructuras democráticas del país.