Un nuevo concepto de éxito

Un nuevo concepto de éxito 1

Hace ya años conocí al fundador de una exitosa empresa de desarrollo de software (cuyo antivirus todos hemos utilizado; no puedo decir más). Aquella empresa pasó de ser una pequeña startup que hacía dos cositas, para acabar, bien vendida, en manos de uno de los mayores conglomerados mundiales de soluciones de seguridad. Una operación de muchos ceros.

En un viaje en coche, aquel emprendedor de éxito fue hablando y hablando, relajándose poco a poco, y a medida que ganaba confianza, más se abría, compartiendo conmigo reflexiones, y de paso, confesando algunos de sus arrepentimiento:

“Tuve un hijo hace 18 años, pero estuve tan dedicado a la empresa que no pude prestarle atención. El negocio me costó un divorcio, y la relación con mi hijo.

Así que, ahora que tengo dinero y me lo puedo permitir, he comenzado una nueva relación con una mujer estupenda, y hemos tenido un bebé. Pero algo me dice que el nuevo proyecto que tengo entre manos me va a volver a impedir disfrutar de los dos. ¡No he aprendido nada! Volveré a quedarme solo…”.

Este reconocimiento de su incapacidad para triunfar en lo personal nos deja botando la pelota: ¿qué es el éxito? Una primera perspectiva, para ir abriendo boca, sería el éxito desde el punto de vista empresarial. Y más adelante, lo trataremos también desde el ángulo personal. Vamos allá.

En 1997, John Elkington publicó su influyente libro Cannibals with Forks, en el que nos plantea una provocadora reflexión: ¿Qué pasaría si las empresas empezaran a medir su rendimiento no solo en términos de beneficios, sino también por su impacto social y ambiental?

Y es ahí donde el texto introduce el concepto de ‘Triple Cuenta de Resultados’ (en inglés, TBL, Triple Bottom Line), un enfoque que nos invita a repensar cómo definimos el éxito corporativo.

Elkington lo resume en tres dimensiones clave: Personas, Planeta y Beneficios. El bienestar de los empleados, la comunidad y la sociedad en general no puede quedar relegado, a toda costa, a la consecución de buenos resultados económicos. Por supuesto, la rentabilidad sigue siendo esencial, pero debe estar en equilibrio con dos pilares más. Se trata de ganar pasta, sí, cómo no, pero no a pesar del planeta y las personas, sino todo lo contrario: gracias a ellos.

El modelo de Elkington no solo desafía el enfoque tradicional, centrado exclusivamente en la maximización de beneficios financieros, sino que propone un nuevo paradigma. En un mundo donde la sostenibilidad es más que una tendencia, las empresas que adoptan la ‘Triple Cuenta de Resultados’ no solo contribuyen a un mundo mejor, sino que también aseguran su competitividad a largo plazo, abriendo nuevas oportunidades de mercado y ganando la confianza de todas las partes interesadas (eso que solemos reflejar bajo el concepto stakeholders).

El mensaje es claro: la responsabilidad corporativa ya no puede orientarse sólo a los accionistas, al valor de las acciones y al reparto anual de beneficios. La sostenibilidad integral implica medir y reportar de manera rigurosa tanto el impacto social y ambiental como el financiero. En este sentido, Cannibals with Forks nos ofrece un enfoque pragmático y ético que redefine el éxito empresarial en el siglo XXI, promoviendo un delicado equilibrio entre el crecimiento económico, la equidad social y la sostenibilidad ambiental.

Si este es el futuro del que deberíamos estar hablando. ¿Estamos listos para ese cambio? Más aún: ¿están listos los empresarios, los ejecutivos, los mandos de una empresa?

Analicemos ahora el éxito desde la otra perspectiva: la individual, la de las personas… ¿Es posible medir el éxito de un empresario o directivo solo por los ceros en su cuenta corriente, o por el tamaño de su patrimonio?

Si hiciéramos un paralelismo con el modelo de John Elkington, podríamos identificar tres ámbitos clave para evaluar el éxito de una persona en el entorno empresarial:

En primer lugar, su bienestar personal: un primer pilar que se refiere al equilibrio emocional, mental y físico del individuo. Incluye aspectos como la salud, la felicidad, la realización personal y la estabilidad emocional. Un directivo exitoso no solo debería medir su éxito por su capacidad de generar riqueza, sino también por su capacidad de mantener un estilo de vida saludable, disfrutar de relaciones personales y de pareja que sean satisfactorias, de manera que se pueda sentir realizado en su vida fuera del trabajo.

En segundo lugar, el empresario o directivo puede y debe hacer una contribución a su comunidad, sociedad o al mundo en general. Esto puede incluir su papel como mentor, su participación en iniciativas sociales o su capacidad para generar un impacto positivo en la vida de las personas con las que interactúa, ya sea dentro o fuera de su organización. Tener poder e influencia no va sólo de alimentar tu ego: se trata de impactar positivamente en su entorno, en sentido amplio.

Y sí, por supuesto, el éxito financiero sigue siendo un componente esencial de la «cuenta de resultados» de un empresario o directivo, generando ingresos, gestionando sus propias inversiones, buscando asegurar la estabilidad económica a largo plazo. Sin embargo, en este modelo más holístico, el éxito financiero no debe sacrificarse a expensas del bienestar personal o del impacto social, sino que debe integrarse de manera equilibrada con los otros dos ámbitos.

Atención: no se trata de elegir, no. La idea no es conseguir una vida equilibrada y un trabajo con un propósito, a cambio de renunciar a la rentabilidad. Ése era el concepto antiguo. El planteamiento es integrador: precisamente porque tengo una buena forma de vivir, y porque tengo propósito, tengo más éxito en la parte económica.

El tiempo pasa, amigo lector. No tenemos dos vidas para poder hacer lo que es correcto. Y a menudo, tampoco tenemos la opción de dar un portazo y cambiar radicalmente. Por eso, el enfoque tri-focal: nos permite avanzar sin renunciar, ganar sin perder, vivir sin morir.

Y en tu caso, ¿cómo de equilibrado está tu ‘taburete del éxito’, con esas tres patas que lo sostienen? Si dudas, te animo a parar, pensar con calma y tomar decisiones en consecuencia. Ojalá que así puedas evitar en la trampa del éxito (con minúsculas) de los que ya triunfaron… para quedarse solos.