Un hecho desconcertante se registró la madrugada de este domingo 27, cuando un ladrón encapuchado de mediana edad, perpetró el robo con mayor exceso de educación que se haya conocido en Tucupita.
El sujeto violentó la cerradura de la puerta principal y la reja de una ventana interna, para ingresar a través de la misma. El inmueble está ubicado en la calle Amacuro de la ciudad capital, la transversal de Polidelta.
– Puerta y reja violentadas –
Una vez dentro se produjo el único gesto de agresividad a lo largo del suceso, cuando le pidió con firmeza a la señora de la casa que no gritara, que nada le pasaría, procediendo a cometer la fechoría con prurito y decencia. Solo dos personas se encontraban en el inmueble y posiblemente lo sabía, la otra se mantuvo incomunicada en una habitación.
Después de pedirle que se recostara en la cama de la habitación principal y colocarle ataduras con telas de edredones y sabanas en manos y pies, se dedicó a revisar las estancias y cargar con numerosos bienes.
“Se llevó un televisor, una licuadora, ropa y comida. Me dejó una harina y una presa de pollo, para que almorzara; cuando salió no tenía nada, se ve que algún lo ayudó a trasladar lo que robó”, expresó la compungida doña.
Al comienzo, la víctima le previno que tiene un marcapasos, lo que pudo haber hecho que se sensibilizara, “se me quedó viendo y se tornó aún más comprensivo, pidiéndome que no me preocupara, que nada me sucedería y eso hizo, nunca me amenazó, no me grito, no se puso violento, no esgrimió un arma, nada, hizo sencillamente su trabajo, sin molestarme en lo absoluto”.
– Raffles dijo haberse equivocado de casa –
En el ínterin, el “caballero ladrón” le explicó que se había equivocado de casa, “no conozco la zona y confundí las señas que me dieron, busco personas que tienen divisas y no molestar a una humilde señora”, asegurándole una y otra vez que podía estar tranquila y segura de que la respetaría.
“No se sobresaltó nunca, no hizo preguntas insidiosas, no busco preguntar algo que pudiera llevarle a conseguir más de lo que obtuvo, no me intimidó ni manipuló, mantuvo la cordura y la calma en todo momento”, refirió la matrona, objeto por primera vez en su vida de ese tipo de delito y deseando encarecidamente que nunca vuelva a ocurrir.
– Le pidió que le abriera la puerta para salir –
Al final de la faena, una media hora después, con el mandado hecho, le pidió amablemente que le abriera la puerta del recinto, ya que había entrado por una ventana lateral, y en tono de persona común, sin sobresaltos ni acento de “malandro”, se despidió cortésmente.
Dando gracias de nuevo a San Cipriano, la valiente coprotagonista de esta historia, tomó su pastilla para la tensión, durmiendo hasta el amanecer cuando avisó a los vecinos.